Esta semana saltaba a la prensa europea y resto de medios de comunicación la noticia firmada por la Agencia EFE, de la inauguración el pasado día 4 de diciembre (por parte del presidente francés François Hollande) de la delegación del museo parisino del Louvre en LENS, en la que será la segunda sede de esta institución en el norte de Francia y que abrirá al público el próximo día 12 cuyo coste asciende a 150 MM de Euros aportados por La región de Pas-de-Calais, la Unión Europea y el Estado francés.
El presidente del Louvre de París, Henry Loyrette, hizo hincapié en que dicha sucursalidad en Lens no solo suponían una descentralización del museo, si no la aplicación de la idea de democratización cultural, manteniendo más que nunca los orígenes fundacionales del museo del Louvre de: Ocio, Educación e Igualdad Social. Las ideas del s. XVIII de labor de divulgación artística, social y educativa en lo que Loyrette ha denominado “el museo del s. XXI”.
Situado en Lens, (zona de la cuenca minera del norte de Francia muy castigada por la crisis) no dispone de una colección propia, pero está compuesto por obras fijas (de primera magnitud) procedentes de los “fondos del Louvre de París” y paralelamente tiene otro espacio para obras externas al fondo, que darán lugar a variadas “exposiciones temporales”, para así dar más dinamismo al conjunto del museo.
El museo se sitúa sobre una pequeña colina en la que se dispone un conjunto de 5 estructuras rectangulares de vidrio y metal de distintos tamaños y volúmenes, que van acoplándose a la colina y curvándose creando una ilusión óptica, parecida al Louvre de París. Están rematados con fachadas de aluminio pulido que refleja el parque que lo rodea (a modo de espejo) y con un techo también de vidrio que permite, como amplificadores de la luz, no solo se puede ver el sol y el cielo si no que proporciona iluminación complementaria sobre el interior y las obras. El interior de estos 5 módulos cede el protagonismo al espacio, con estancias amplias y diáfanas sin ornamentos que distraigan.
El proyecto lo firman los arquitectos japoneses Ryue Nishizawa y Kazuyo Seima ganadores del Putlizer en arquitectura, y forma parte de un espacio de 20 hectáreas de parque con 6.600 árboles, entre los que surge una estructura baja, de una sola planta de altura y fácil acceso, quedando todo incorporado en el paisaje y resultando un museo-parque.
En la superficie total de 28.000 metros cuadrados se dispone de la estructura con una entrada, un auditorio con capacidad para 280 personas, una Gran Galería de 120 metros de largo al este de la entrada (la Galería del tiempo) y que dispone de 3.600 metros cuadrados para acoger a los visitantes con la parte de obras fijas del museo que en estos primeros 5 años la formarán cronológicamente tres periodos: 70 obras de la antigüedad (desde Egipto hasta Oriente), 45 del periodo de la Edad Media, y 90 de la época Moderna con Perugino, Rafael, Botticelli, Rubens, Goya, El Greco y la pieza emblemática francesa de Delacroix “la libertad guiando al pueblo” y una tercera sala para las exposiciones temporales que la compone esta primera vez la titulada: “Renacimiento. Revolución en las artes de Europa 1400-1530” formada por más de 250 obras.
Aunque es un edificio de nueva factura, su incorporación al paisaje y la creación de todo su entorno natural nos recuerda las ideas de Gustavo Giovannoni en su “restauro moderno” de respeto al ambiente y al conjunto, así como las ideas de zona de respeto e inserción de elementos naturales y nos alegra que las obras que provienen de diversas culturas se descentralicen y dejen de ser patrimonio casi exclusivo de las capitales de los correspondientes países para diversificarse en el resto del territorio nacional.
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